Inmovil en la luz, pero danzante,
tu movimiento a la quietud que cria
en la cima del vertigo se alia
deteniendo, no al vuelo, si al instante.
Luz que no se derrama, ya diamante,
fija en la rotacion del mediodia,
sol que no se consume ni se enfria
de cenizas y llama equidistante.
Tu salto es un segundo congelado
que ni apresura el tiempo ni lo mata:
preso en su movimiento ensimismado
tu cuerpo de si mismo se desata
y cae y se dispersa tu blancura
y vuelves a ser agua y tierra oscura.